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Lo esencial es Invisible a los Ojos

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21 de octubre de 2009



Ser abandonado es desprenderse de un lazo, desajustarse el cinturón: sentirse inseguro. Cuando alguien me abandona me siento huérfana, perdida, sin tierra.
Soy yo, entre la neblina buscando el camino de vuelta a ninguna parte. Ese es el abandono: una casa vacía y yo gritando el nombre de quien me abandonó; En cambio, el reemplazo es aún peor.
Es un bosque sin neblina, donde claramente veo que no solo me han dejado a un lado, sino que lo hicieron por un propósito o mejor: por una persona.

Que me abandonen y se retiren con las manos vacías, bien, podría entenderlo…
Pero que me abandonen para irse con otra persona eso jamás. No voy a poder entenderlo, no pude entenderlo y no lo entiendo, ni quiero, ni pienso, ni nada. No.

Es una negación absoluta, el reemplazo es sinónimo de sofocación, de que me falta el aire, de que me puedo morir inmersa en convulsiones sin remedio alguno.
Un llamado puede deshacer mi felicidad, una sola palabra puede arruinarme la vida. No son metáforas.

Nadie me cuidó, nadie se hizo cargo de mí, nadie vio a qué punto habían llegado mi obsesión y mi locura. Nadie se iba a hacer cargo de la muerte de lo más sagrado en mí. Nadie sabía cuáles eran mis límites porque yo me había encargado de hacer de mi vida una mentira.

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